
Tenemos que replantearnos los futuros pagos de las entregas
COVID-19 ha arrojado luz sobre un sistema que era defectuoso antes de la pandemia, y a medida que avanzamos más allá de COVID-19 debemos pensar por qué volveríamos a las viejas formas de gestionar el riesgo para futuros pagos de entregas.
Una de las muchas consecuencias de la era del COVID-19 es una mayor falta de certidumbre sobre lo que ocurrirá en el futuro. Las directrices y normativas gubernamentales cambian constantemente, las cadenas de suministro se interrumpen con frecuencia y, por supuesto, contraer realmente el COVID-19 (y, por tanto, necesitar un aislamiento inmediato) sigue siendo una amenaza muy real. Esto ha significado que la planificación de eventos con semanas o incluso meses de antelación se ha vuelto mucho más difícil para los consumidores y para las empresas.
El reciente ejemplo de las restricciones de viaje en el Reino Unido es un buen ejemplo. El Gobierno británico publicó el 12 de mayo una lista de países que los turistas podían visitar para viajes no esenciales (y sin necesidad de pasar la cuarentena a su regreso), y el 4 de junio la lista ya había sido modificada. El cambio más significativo fue que Portugal, históricamente el país permitido más popular entre los turistas británicos con diferencia, fue retirado de la lista y reclasificado como "sólo para viajes esenciales".
Esta repentina decisión ha tenido un impacto traumático tanto en los consumidores que han comprado vuelos y hoteles en el país, como en las compañías de viajes que se enfrentan ahora a una oleada de solicitudes de reembolso.
¿Qué son los futuros pagos a la entrega?
Hay muchas industrias que operan con un modelo de negocio que depende en gran medida de la aceptación de pagos significativamente por adelantado de la entrega de los bienes o servicios que el cliente ha adquirido. Como en el caso anterior, la industria de los viajes es un ejemplo obvio. La venta de entradas para acontecimientos deportivos, conciertos u otras actividades culturales es otro. Incluso algunas empresas que solicitan el pago por adelantado para adquirir materias primas para artículos físicos, como los fabricantes de muebles a medida, suelen exigir a los consumidores el pago mensual por adelantado de una fecha de entrega final.
Cuando un negocio opera con un modelo que crea una brecha temporal entre el pago y la entrega, sus relaciones de pago se ven afectadas. Esto se debe a que la entidad adquirente del negocio es responsable de las reclamaciones de devolución de cargos realizadas por el consumidor (o su emisor) en caso de no entrega de bienes o servicios. Esto puede deberse a cancelaciones, a problemas en la cadena de suministro o a que la empresa haya cesado completamente su actividad.
El adquirente, por tanto, tiene que tomar medidas para gestionar el riesgo que se crea cuando se efectúa el pago. Tradicionalmente, esto se ha hecho de varias maneras, pero la más habitual consiste en retener efectivo como garantía. Pero, aunque se trata de una acción comprensible, tiene repercusiones negativas para la empresa.
¿Por qué se ha convertido esto en un problema durante COVID-19?
El principal problema para las empresas es que la garantía retenida por el adquirente es directamente proporcional al perfil de riesgo que éste determine, que puede cambiar constantemente en condiciones de mercado volátiles. Cuando éste es el caso, el adquirente puede tomar la decisión de retener fondos adicionales de la empresa con muy poca antelación. Esta práctica opaca no sólo puede dificultar mucho la gestión de los flujos de caja y la liquidez de una empresa, sino que también tiene el potencial de agravar los problemas de las empresas que intentan navegar en un entorno hostil.
Este ha sido el caso durante la pandemia de COVID-19. El bloqueo ha sido devastador para sectores como el de los viajes y los eventos en directo, e incluso cuando los países han comenzado a reabrir sus puertas, las empresas siguen luchando por reanudar sus operaciones mientras su socio de pagos sigue reteniendo un mayor volumen de efectivo. Y sin claridad sobre cómo se gestionarán las garantías en el futuro, planificar una estrategia de recuperación es casi imposible.
Replantearse los futuros pagos de entrega
Teniendo en cuenta estas cuestiones, no es de extrañar que las empresas se estén replanteando cómo trabajar con sus entidades adquirentes. También para los adquirentes es preferible limitar la exposición sin mantener garantías (que a veces pueden ser físicas).
La solución que se está imponiendo es un modelo basado en fideicomisos, más que en garantías. Los fondos se depositan en un tercero en lugar de ser retenidos por el comerciante, y se liberan a la empresa mediante condiciones fijas acordadas por ambas partes.
Este método tiene una serie de ventajas para las empresas:
- Flexibilidad con claridad: Aunque los términos del fideicomiso se determinan desde el principio, pueden ajustarse previo acuerdo entre la entidad adquirente y el negocio. Esto elimina la falta de claridad que socava el modelo de garantía retenida, pero sigue permitiendo a ambas partes ajustar los términos óptimos de liquidación para ambas partes en un mercado cambiante.
- Escalabilidad: Un modelo de fideicomiso no depende del volumen de operaciones que realice una empresa, por lo que no se ve afectado por las condiciones cambiantes del mercado ni por el crecimiento o la contracción del tamaño de las empresas.
- Salvaguarda de los fondos de los consumidores: Como el 100% de los fondos de los consumidores están en custodia, se garantiza su protección frente a acontecimientos futuros como cancelaciones o el cese de la actividad de las empresas. Las empresas pueden utilizar el hecho de que los fondos de los consumidores estén salvaguardados para restaurar la fe de los clientes en el sector y como ayuda de marketing para su negocio.
- Visible en el balance: Las garantías en manos de un socio de pagos no se registran en el balance de la empresa, lo que provoca más problemas de crédito y liquidez. El efectivo depositado en fideicomiso por un tercero es visible en el balance de la empresa como efectivo restringido.
De cara al futuro
COVID-19 ha arrojado luz sobre un sistema que era defectuoso antes de la pandemia, y a medida que avanzamos más allá de COVID-19 debemos pensar por qué volveríamos a las viejas formas de gestionar el riesgo para futuros pagos de entregas. Dado que los beneficios para todas las partes implicadas son evidentes, centrarse en operar a través de un modelo fiduciario debe considerarse seriamente de cara al futuro.
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